10 juegazos para darles un “zas-en-toda-la-bota” a los nazis

(Cada apartado ronda las 200 palabras para que disfrutes la artillería… ¡sin munición corta!)


1. Wolfenstein: The New Order (2014)

Imagina que despiertas de un coma, pides un cortado y descubres que el III Reich ganó la guerra, colocó dirigibles musicales sobre Manhattan y fabrica sabuesos robóticos que escupen napalm… Buen día para ser B.J. Blazkowicz. Esta campaña mezcla sigilo ninja y tiroteos dual-wield tan exagerados que el gatillo se siente como un botón de “despierta, mundo”. Entre explosiones conocerás una resistencia hippie que escucha rock prohibido, nazis obsesionados con canciones pop de propaganda y jefes con traumas freudianos del tamaño de un Panzer. El humor negro desengrasa la distopía: un científico judío disecciona robots a ritmo de polka mientras tú apuñalas mechas-perros por la espalda. Cuando crees que nada puede sorprenderte, la trama viaja… ¡a la Luna! Allí caminas por pasillos blanquísimos, robas códigos secretos y bajas a la Tierra montado en un cohete como si fuese Cabify orbital. Todo termina con un asalto suicida a un castillo gótico lleno de vitrales que explotan a 60 fps. Moral de la historia: si la realidad se va al garete, un fusil láser y un chiste sarcástico siguen siendo el mejor plan de contingencia.


2. Call of Duty 2 (2005)

Antes de los “operadores de neón” y los bailes virales, CoD 2 te arrojaba a trincheras heladas donde el único TikTok era el tic-tac de una granada alemana cayendo en tu zanja. Tres campañas cruzadas construyen un viaje épico y sucio: primero Stalingrado, con botellas molotov improvisadas y un comandante soviético que reparte fusiles sin cerrojo porque “la munición llegará luego”… si sobrevives; después El-Alamein, donde tanques Panzer se burlan de tu jeep destartalado en dunas abrasadoras; finalmente la costa normanda, con humo salado, cascos rebotando en las olas y artillería que retumba como si Thor cobrara por trueno. La IA enemiga quizá no cure la pandemia, pero sí sabe flanquearte y gritar “granate!” de forma que provoque mini-infartos cognitivos. Entre fase y fase, un sargento británico con bigote digno de barista hipster te suelta frases motivacionales como “Move, you magnificent sacks of organs!”. Terminas la campaña empapado de barro, sangre pixelada y satisfacción histórica: ningún pase de batalla, cero cosméticos rosas, pura adrenalina World War II. Y, sorpresa, todavía resiste en multijugador: 32 veteranos nostálgicos lanzando humo y recitando “¡fix bayonets!” por micrófono mientras sus hijos preguntan qué demonios es un servidor dedicado.


3. Medal of Honor: Allied Assault (2002)

Hace veinte años, este título era la superproducción Spielbergiana que metía Omaha Beach en tu Pentium III y hacía sudar a tu tarjeta GeForce como si corriera una maratón. Nada de prólogos: empiezas en una lancha temblorosa, escuchas el silbido de las MG-42 y ves a tu compañero derramar café (y algo de pánico) sobre tu pantalla CRT. El motor id Tech 3 chirría gloriosamente, pero la ambientación compensa cualquier polígono puntiagudo. Tras sobrevivir a Normandía, el juego te lleva a sabotear U-boats en Trondheim, infiltrarte en castillos bávaros y robar planos de cohetes V-2 mientras un oficial nazi recita poesía romántica a un Schnauzer. Cada misión es una película corta con final explosivo. ¿Momentazo de risas? El guardia que te pide papeles y no nota que tu “uniforme” es una chaqueta alemana talla “suplicando costuras”. Los cheats “dreamworksdev” para armas infinitas regalaban horas de carnicería gratuita; hoy son reliquia retro, pero siguen siendo gasolina para streamers nostálgicos. Con este juego se acuñó la frase: “Si no has perdido la orientación en el bunker, es que jugaste con guía”. Y sí, sus trompetas MIDI aún suenan en los sueños de media generación.


4. Sniper Elite 5 (2022)

Bienvenido a la Francia ocupada, donde Karl Fairburne y su rifle Lee-Enfield deciden que la medicina definitiva contra el fascismo es una dosis precisa de plomo a 800 metros. Cada mapa “semi-sandbox” es un parque de atracciones mortal: viaductos de trenes, viñedos provenzales y submarinos nazis estacionados junto a playas dignas de Instagram. La estrella sigue siendo la Kill Cam de rayos X que muestra huesos astillados y, cómo olvidarlo, testículos enemigos reventando en glorioso slow motion—Splitgate, pero anatómico. El humor surge cuando, tras planear una infiltración perfecta, te descubre un guardia torpe, disparas a un bidón rojo y provocas fuegos artificiales dignos de la Fête Nationale. Entre balas sub-sónicas y minas trampa, puedes pintar grafitis, cortar cables telefónicos y liberar gallinas para distraer centinelas (porque las gallinas odian el nazismo, obvio). El juego premia creatividad: cadena de explosivos colocada en Jeep + disparo remoto = “obra de arte” que tu francotirador firmaría con una sonrisita de medio lado. Completa con cooperativo, desafío de invasiones estilo Souls y un modo “Horde” donde nazis te asaltan en oleadas, dándote la excusa perfecta para practicar anatomía balística el fin de semana.


5. Company of Heroes (2006)

Si un RTS y un documental de la Segunda Guerra tuvieran un bebé, se llamaría CoH. Aquí la munición es recurso vital, las coberturas se destruyen y los soldados se achantan más que un gato mojado cuando cae mortero cerca. Comienzas con un pelotón maltrecho y, a golpe de clic, transformas ruinas normandas en un campo de fuego cruzado con sacos terreros que duran menos que un suspiro. El juego añadió moral de tropa antes de que fuera cool: si tu escuadra ve explotar un Sherman propio, cunde el pánico y corren sin permiso; toca reunirlos, dar charla motivacional y prometerles cerveza post-combate (fuera de cámara, claro). El doblaje español regala gritos de “Estamos bajo fuego, joder !” que se convierten en banda sonora involuntaria de tu salón. Momentos de humor negro: reclutas novatos lanzados a capturar un puesto MG… y tropiezan con su propia granada. O el ingeniero que, en vez de plantar minas antitanque, decide soldar una radio abollada y muere feliz con un destornillador. Con mods como Blitzkrieg y Eastern Front, la fiesta estratégica sigue viva: más tanques, más acentos, más posibilidades de fallar épicamente tu micro-gestión.


6. Brothers in Arms: Road to Hill 30 (2005)

Si crees que liderar es gritar “¡adelante!” y disparar primero, este juego te dará un bofetón táctico. Sargento Matt Baker no suelta chistes Marvel: señala, flanquea y reza. Cada combate es un pequeño ajedrez de coberturas: fijas al enemigo con fuego supresor, flanqueas con la otra escuadra y rematas con granada amorosa. Cuando tu plan sale bien, te sientes director de orquesta bélica; cuando sale mal, un nazi aparecerá a quemarropa y te recordará que los checkpoints existen. La gracia está en los diálogos entre camaradas: Leggett, Allen, Garnett… discuten sobre tortitas y cartas de amor mientras balas tracers hacen estroboscopio. El juego insiste en la crudeza: compañeros caen, no hay barra de vida mágica y las cinemáticas enseñan funerales bajo una lluvia que haría llorar a Gene Kelly. Humor involuntario: la IA aliada que, tras tu orden de cubrir, se agacha detrás de un seto del grosor de una natilla. O ese momento en el que lanzas humo para flanquear… y el viento se lo lleva directo a tu cara. Resultado: tiroteo a ciegas y carcajadas nerviosas. Autenticidad + torpeza = recuerdos imborrables.


7. Battlefield V (2018)

Puede que su lanzamiento fuera caótico, pero hoy BFV es el bufé libre perfecto para triturar nazis con estilo instagramer. En un mapa entras como paracaidista sueco con rifle vintage; en otro conduces un Spitfire, te estrellas por culpa de una gaviota (o tu puntería) y reapareces como médico noruego con jeringuilla mágica. Todo sucede mientras la orquesta de Johan Söderqvist marca ritmo épico y el motor Frostbite destruye paredes, mástiles y la moral enemiga. El “Time to Kill” es tan rápido que alcanzar catorce segundos vivo se considera victoria moral. Humor espontáneo: colocar dinamita en un tractor, pilotarlo hasta un Tiger, saltar y activar detonador; si lo logras, el chat se llena de emojis de pepinos. Las “Grand Operations” son como series de Netflix bélicas: episodio 1 asalto aéreo, episodio 2 control de banderas, capítulo final guerra total nocturna con bengalas fluorescentes. Entre partida y partida, personalizas soldado con pantalones de esquí o una prótesis de brazo que convierte cada gesto en meme. Eso sí, por mucha skin fancy, un headshot sigue siendo universalmente letal.


8. Hell Let Loose (2021)

Piensa en un simulador militar donde el GPS es un mapa de papel y la brújula tu mejor amiga. HLL junta cien jugadores, cada uno con rol (ingeniero, artillero, comandante) y chat local que suena a gallinero políglota. Inicias partida aprendiendo a pronunciar “Garrison” antes de que te vuele la cabeza un Kar98 desde un seto. El humor brota de la frustración colectiva: pasar diez minutos cavando trinchera y, cuando la terminas, un tanque Tiger la aplasta sin disculparse. O seguir al comandante que jura conocer la ruta… y os guía directos a un nido MG-42. Moraleja: la amistad se forja en la desgracia compartida. Cuando todo encaja y tu equipo coordina artillería, suministros y líneas de respawn, la sensación de victoria sabe mejor que un bocata de chistorra recién hecho. Y no falta la guasa: tocar el cuerno de niebla en medio del silencio para asustar a media compañía, deslizar “We All Lift Together” por proximidad o pedir “¿Quién robó mi pala?” con acento de Albacete. Resulta tan serio que acaba siendo cómico, el equilibrio perfecto para masacrar nazis y memes al mismo tiempo.


9. Commandos 2: Men of Courage (2001)

Este clásico español convierte la Segunda Guerra en un “Escape Room” letal donde cada guardia tiene visión de rayos láser y orejas de lince. Manejas a Boina Verde, Zapador, Espía, Francotirador, Marine… cada uno con gadget absurdo: loro que distrae, petaca explosiva con temporizador de hogaza y uniforme de general talla XXL oculto en mochila mágica. El chiste principal: un perro nazis olfatea tu disfraz perfecto, tú corres y terminas lanzando cigarrillos para despistarlo (“sí, Fido, fumar mata”). Los mapas son rompecabezas bonitos como dioramas, llenos de soldados que patrullan marcando ruta verde adorable… justo hasta que los llevas al callejón y desaparecen en la sombra. Cada victoria se celebra con “¡Por la patria!” del Sargento y un destello de pixel-sangre. El guardado rápido (tecla F5) y carga rápida (F9) se convierten en ritmo vital: error-muerte-risas-reintento. Y cuando por fin hundes un navío japonés usando un mini-submarino plegable, sientes que podrías solicitar beca del MIT. Humor vintage: ver al Espía bostezar mientras fuma, preguntándote si se aburre o planea conquistar Berlín él solo.


10. Return to Castle Wolfenstein (2001)

Nazis zombis, cultos paganos y soldados con jetpack primitivo: puro pulp antes de que “pulp” fuese trending. RTCW pone a B.J. Blazkowicz (otra vez) infiltrándose entre mazmorras llenas de calaveras luminiscentes y guillotinas improvisadas. Los diálogos villanos mezclan alemán macarrónico y ritos mágicos: “Sieg Heil” se cruza con “Heil Hydra” décadas antes del MCU. El multijugador “Objective” fue visionario: axis defienden, allies atacan, cada partida un caos cronometrado. Humor retro: usar el flamethrower en pasillos estrechos y ver cómo los nazis corren envueltos en fuego mientras tu ping de 56k convierte la escena en stop-motion. O esa misión donde vistes uniforme de oficial, te paran dos guardias, dudas… y sacas lanzacohetes. El motor id Tech 3 permite mods locos: desde skins de Bob Esponja hasta mapas donde Hitler lleva tutú (sí, existe). Cierra la lista porque representa el espíritu gamer: si la historia mete misticismo y ciencia loca, el jugador mete carcajadas y plomo. Una fórmula que nunca caduca como antídoto universal contra ideologías tóxicas.


Y aquĂ­ terminamos

Diez dosis de acción, sarcasmo y pedagogía “anti-nazis” servidas en formato videojuego. Sea que te atraiga el sigilo quirúrgico, el caos multijugador o el RTS cerebral, siempre habrá una trinchera donde disparar, reír y recordar que el fascismo se combate mejor con valor… y un buen guion de humor oscuro.

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